En 1992, un contenedor se
cayó por la borda en su viaje de China a Estados Unidos, liberando 29.000 patos
de goma en el Océano Pacífico.
Diez meses después, el primero de
esos patos de goma llegó a la costa de Alaska. Desde entonces, se han encontrado
patos en Hawái, América del Sur, Australia, y viajando lentamente entre el hielo
Ártico.
Pero
2.000 de los patos fueron atrapados por el Giro del Pacífico Norte, un vórtice
de corrientes que se mueve entre Japón, Alaska, el noroeste del Pacífico y las
islas Australianas.
Los objetos que son atrapados por
el giro, normalmente permanecen en el giro, condenados a viajar por la misma
ruta, dando vueltas para siempre por las mismas aguas,
pero no siempre, sus rutas pueden ser alteradas por un cambio en el tiempo, una tormenta marina, un encuentro casual con un grupo de ballenas.
20 años después de que los patos
de goma se perdiesen en el mar, siguen llegando a playas de todo el mundo, y el
número de patos en el giro se ha reducido, los que significa que es posible
escapar. Incluso después de años de dar vueltas por las mismas aguas, es posible
encontrar el camino a la costa. (TOUCH, 2012).